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domingo, 1 de noviembre de 2015

RECORDANDO A MIS MUERTOS


RECORDANDO A MIS MUERTOS

Sus vidas en la mía


Todavía veo bien su figura. Pequeño de estatura y de piel de color como la tierra húmeda rojiza y oscura a la vez. Mi abuelo Fausto Hidalgo Medina, con su suéter gris, cortando y regando las flores de su patio casi aéreo, en su “penthouse”, como le llamaban de broma sus nietos, mis primos y mis tíos, al pequeño y bien acomodado cuarto en el tercer piso donde habitó sus últimos años de vida al lado de su siempre esposa Etelvina o “Mina”, como le escuché nombrar varias veces a mi abuelita paterna. Al “Osito”, como cariñosamente se le llamó también al abuelo, lo recuerdo con sus historias de mi padre y el primer “coche” que le compró cuando aún era estudiante de medicina:

“-Mira, te compré tu coche- le dije a tu papá mientras le daba uno pequeño y de juguete que cabía en mis manos”.

Recuerdo claramente su voz pausada, cansada y entonada, entre mediana y grave.

Mi abuelo Fausto, platero y herrero, experto en su oficio durante sus años de juventud y adultez, lo vi pocas veces en mi vida, debido a la distancia entre Chetumal y la ciudad de México, entre Mérida y la ciudad de México y a veces la ciudad de Querétaro. Nunca olvidaré sus historias, que aunque repetitivas, oía una y otra vez de pequeña y luego de joven adulta, para reafirmar parte de mis orígenes. Falleció en la cosmopolita y natal su ciudad de México, el 30 de julio de 2007. Gracias abuelo por procurar mi existencia.

Raúl Jesús Aguilar Lara, decía impreso hasta hace pocos años los estados de cuenta de la pensión que dejó a mi abuela Adda, su esposa. Su retrato, de joven guapo, con un delineado bigote, sonriendo junto al rostro de una hermosa joven Adda veinteañera, siempre tomó un lugar de honor en la casa de Reforma, en la ciudad de Mérida, Yucatán. Parecían en esa foto los dos, artistas de la clamada época de oro del cine mexicano: de Arturo de Córdova, Pedro Infante, Marga López o María Felix; así Adda y Raúl posan en ese retrato en blanco y negro con las miradas pícaras, felices con la vista puesta en el futuro. Sus cabezas chocando tiernamente una a la otra.
Así conocí a mi abuelo materno, mediante fotos. Cuando nací, hacía cinco años que había volado su alma fuera de este mundo. Contador de profesión, mi abuelo Raúl según cuenta su esposa fue un hombre muy cariñoso, juguetón y muy honesto. Una embolia a sus 54 años de edad le arrebató el aliento, un 18 de octubre. Pero ahí seguirá siempre su foto en mi memoria y mi corazón.

“Ale, aléjate de mí”, me gritaba en tono serio que se tornaba en seguida en risa y jugueteo. Así me saludaba mi tía Abigaíl. Fue la figura más cercana a mi abuelo paterno que conocí en mi infancia. La tía y religiosa Abigaíl Aguilar Lara fue madre superiora del prestigiado Colegio Lestonac de la ciudad de México y antes había vivido con su Congregación en Cuba, Venezuela y Madrid. De esta última ciudad nos enseñaba y traía objetos para los sobri-nietos que acudíamos a casa de mi abuela Mamá Adda en la Av. Reforma, como una vez trajo unas muñecas flamencas y unas castañuelas. A mi tía Abigaíl dejé de verla en mi adolescencia, la operación de un tumor en el cerebro la alejó de sus recuerdos y nunca volvió a reconocernos. Murió en un año no muy lejano de la primera década del 2010. Debo recurrir a mi abuela Adda para rescatar sus datos exactos de fallecimiento; sus restos yacen lejos de su Mérida natal, en la ciudad de México, cerca de sus hermanas religiosas.

Rosario Horta Patrón, una de mis tías favoritas que en vida disfruté. La tía Charo o Charito, era baja de estatura y en su último año de vida, disminuyó un poco más su altura, pero no mucho para sus 103 años. Cerró sus ojos el 11 de noviembre de 2010, el mismo año que nació mi primera sobrina, Daniella, primogénita de mi hermana mayor Sandra. Charito, mujer soltera, es inolvidable para todos sus sobrinietos, la mujer de pequeña figura pero de intachable y recia salud, con su pelo blanco como la nieve, su menudo cuerpo iba y venía al patio de la casa de mi abuela, su hermana menor, donde vivió sus últimos años de vida, más de 20. Al patio iba a lavar su propia ropa y luego a tenderla. Tía Charito, muy nerviosa y “cuidadosa” de que no se cayera esto y lo otro, de que no se “negociara” la comida, de que por favor acudas los domingos a misa, de que Paty no gritara tan fuerte, de que la gatita Kika tuviera comida en su plato….jajajaja. Solo de recordarla, con mucho cariño se me viene al rostro una sonrisa. Tuve la fortuna de cuidarla en sus últimos días, aun ya cansada por sus más de 100 años encima, Charito nunca perdió la cordura. Un ejemplo de alma fuerte. Mi tía Charito murió de un fallo general en su pequeño cuerpo, después de haber sobrevido par de meses a una operación de cadera que la acercó al final de su vida. Descansa en paz linda tía de cabello siempre blanco y ojos claros.

Una mañana sabatina o de domingo en la ciudad de Chetumal, no recuerdo con exactitud el día, pero sí el rostro asustado de mi madre de haber soñado que su abuela paterna había muerto. Y su sueño se cumplió, mamá Concha cerró sus ojos a la vida en la década de los 80s. A doña María Concepción Lara Echazarreta la recuerdo vagamente en los archivos de mi memoria, con las imágenes algo borrosas, la veo sentada en su siempre sillón mecedor de madera con un rostro serio y escasos cabellos blancos. -Ahí está la Chichí-, me decía mi todavía joven abuela a una niña que todavía ni alcanzaba su primera década de existencia. ¿De qué y cuándo murió mamá Concha? Todavía debo averiguarlo. Al día de hoy solo he escuchado que fuera una mujer de carácter fuerte y dura, mi única bisabuela que apenas conocí, madre de mi abuelo paterno, suegra de doña Adda.

LOS BISABUELOS. Por el honor de recordarlos, solo mencionaré el nombre de la mayoría de ellos, ya que en vida solo imágenes borrosas tengo de la única bisabuela que conocí, que fue doña Conchita de quien ya comenté; su esposo, mi bisabuelo "Papá Polo", fue el Prof. Leopoldo Aguilar Roca, distinguido educador originario de Campeche que fuera director de Educación Pública del Estado de Yucatán en 1955, actualmente dos escuelas yucatecas llevan su nombre. Ambos padres de mi abuelo Raúl. 

Por parte de mi padre y de mi abuela Adda,  menciono con honor sus nombres pues nada sé de sus orígenes que también son míos: Rodrigo Hidalgo y Porfiria Olmos, padres de mi abuelo Fausto y, Librado Medina y Felícitas Torres, padres de mi abuela Etelvina. Los padres de mi abuela Adda, son Don Andrés Horta y Doña Adela Patrón.


La tía Aidé, hermana de mi abuela Adda, no la conocí pero fuera mencionada mucho durante mi infancia por el cuidado que hizo de mi tía Rosi y a su hermana Conchita, mi madre, cuando eran todavía niñas. Y aun más reciente todavía, la cariñosa tía Aidé, como me han contado mi mamá y mi tía que era, cuidó bien de mi hermana mayor Sandra, en sus primeros añitos, cuando mi mamá trabajaba y la dejaba en sus manos. La tía Aidé entonces debió haber fallecido al final de la década de los 70s. Un enfisema pulmonar la obligó a cerrar sus ojos por siempre a esta vida de mortales.

La abuela Angelina, cariñosa mujer, de mirada tierna y triste, rostro alargado y de alta estatura, aun para su avanzada edad. Doña Angelina es la abuela materna de mi esposo Tony. La conocí a mis 18 años edad, cuando mi entonces novio me llevó dos o tres veces a comer a su casa, ¡cómo olvidar sus deliciosos moros con cristianos! Mujer de blanca piel, acento cubano y de historias que contar, a doña Angelina la recuerdo con mucho amor y por fortuna, estuvo presente en nuestra boda en el 2006 y conoció a su bisnieta Paulina, primogénita de mi cuñada Isabel y su esposo Julián. Desprendía ternura y nostalgia constante por los hijos perdidos en vida. Doña Angelina Ortiz de Cicero, de padres españoles que vivieron en la isla de Cuba, fue profesionista en su tierra con todo y Doctorado. Don Raúl Cicero, su esposo, se la trajo a vivir a Mérida donde tuvo cuatro hijos. Los últimos años de su vida miré apagar su alma cada vez más, sobre todo por la pérdida de su hijo Raúl. Falleció en casa de mi suegra, ubicada en la simbólica colonia de Itzimná que vio crecer las raíces de su familia. Siempre la recordaré con mucho amor y cariño. Descansa en paz desde el año de 2009 que perdió la vida. Sus restos reposan en “La Casa” de la familia Cicero de Itzimná.

Don Roger Cicero Mac-Kinney, recién partió al sueño de los justos el distinguido escritor, político, periodista y poeta, tío abuelo de mi esposo Tony. Un hombre destacado en la historia política y cultural de Yucatán y México. Luchó firmemente por sus convicciones desde el partido político en el que militó (PAN) y dejó un gran legado a las letras mexicanas. El tío Roger como le llamábamos de cariño, fue el menor de 10 hijos, hermano del padre de mi suegra. Tuve el honor de platicar con él algunas veces, leer su obra y mirarlo caminar las calles de Itzimná o simplemente verlo “gustar” la tarde en su porch o regar su jardín. Don Roger acaba de cerrar los ojos, hace un par de semanas, para abrirlos en la otra vida, el pasado 17 de octubre de 2015. Su alma seguramente todavía ronda admirado y distinguiendo su nueva forma de existencia. Descansa en paz.

Don Uayito, el maestro, investigador y escritor yucateco, Eduardo José Tello Solís, odontólogo de formación, dejó marcada de sabiduría y de muchas enseñanzas mis años de vida universitaria. Como profesor de Literatura y de Historia de Yucatán, lo conocí en las aulas de la carrera de Periodismo, donde tomé sus entretenidas clases sobre los mayas y gobernantes de Yucatán, así como de literatura latinoamericana. Pero más allá de las aulas, aprendí mucho con él en su biblioteca privada donde trabajé como asistente en sus investigaciones históricas sobre personajes del mayab como Don Ignacio Magaloni y Don Carlos Duarte Moreno. Su sapiencia y confianza depositada a mi joven persona, hizo enamorarme cada vez más de las letras. Don Uayito siempre me trató con mucho cariño y respeto, y dejaba en mis manos el cuidado de su hermosa biblioteca, a la que cada vez que entraba suspiraba y aspiraba el suave olor de las hojas de los libros. Gracias por siempre Don Uayito porque por sus consejos también se condujo como un padre para mí, para guiar mi joven vida profesional a la que empujó para que obtuviera mi primer trabajo en forma en el Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán, como coordinadora en el área de Comunicación del museo, gracias a su recomendación. Mi estimado y querido maestro, cerraste tus ojos casi cuatro años después de que yo abandonara el trabajo de asistente de tu hermosa biblioteca, un 30 de diciembre de 2003. Gracias a tu familia por permitirme una lectura en la misa de tu despedida. Abrazo con cariño a tu familia. Nunca te conté de mi bisabuelo quien como tú fuera Secretario de Educación Pública de Yucatán, en ese momento de mi vida no lo sabía.

Apreciados maestros universitarios. Como honor a la vida, también recuerdo a mis difuntos maestros de Fotografía e Historia del Arte. El primero fue “Paquito”, o el maestro “Conejo” como le decían al fotoperiodista cubano, Francisco Fernández Conejero. Lamenté mucho su muerte a causa de un accidente en su moto. Avanzado ya en edad, su figura me recordaba físicamente al genio Albert Einstein por su cabello blanco algo alborotado y su bigote. Pequeño de estatura, “Paco” me enseñó a descubrir mi lado artístico en la imagen fotográfica, pues para su clase realicé una exhibición de foto modelaje, según me aplaudió él mismo por haber logrado una buena serie fotográfica. Alguna vez, también me contó sus historias como corresponsal de guerra y su vida en Rusia, “Aliosha”, me dijo se decía mi nombre en ruso.

Otra maestra que me marcó con sus conocimientos y me impulsó más al amor a la literatura, fue la inolvidable Matilde Kalfon Cohen. ¡Qué gritos pegaba a quien no atendiera bien a su clase y con qué histrionismo nos hablaba de historia del arte! Gracias Matilde porque con tus clases descubrí y me hiciste reafirmar mucho de lo que hoy amo. Partiste de esta tierra dejando miles de semillas de amor al arte en todos quienes fuimos tus alumnos.

A todos ellos he dedicado estas palabras de gratitud y memoria. Olvidar a nuestros difuntos sería olvidarnos a nosotros mismos, unos porque son nuestros orígenes y les debemos la semilla de la vida  y para aquellos, que no fueron familia, simplemente su existencia dejó huella importante para seguir la nuestra. Donde quiera que estén, ¡gracias por haber compartido una parte de sus vidas conmigo!

domingo, 5 de julio de 2015

Te sigue esperando...



Todo lo que tengo dentro.
Eco de voces que cantan y lloran.
Guitarras felices y luces tenues.

Mirad bien aquí dentro y fuera.
Es un todo lo que soy,
es una gran máquina de emociones.

Y sueñas en volver a soñar
Y sueñas en volver a llorar como niña
Y saltar como una súper heroína.

Mujer que ama, sufre, vence y continúa…
Como una hoja al viento que sí tiene dirección.
Como un ave lastimada que emprende el vuelo
hasta lo más y más alto del cielo.

Pinta el cielo con polvos mágicos hasta
llenarlo de estrellas.

Se puede volar de nuevo.

Se puede creer otra vez.


No importa la edad.

No importa el cansancio.


Ahí está lo que dejaste…te sigue esperando.

Inspirado en #safetynotguaranteed #life 6 de julio de 2015

domingo, 25 de mayo de 2014

Noche de Noches


Noche de noches,
Noche de danzas,
emociones y sueños
donde Mérida canta.

Se llena la plaza,
reviven las calles,
la música suena
a cada paso que avanzas.

Historias en marcos,
Figuras de barro,
colores y formas
galerías comparten.

Habla el poeta,
se prepara el histrión,
se apagan las luces
la función comienza.

El cementerio despierta,
los muertos se alegran,
pasado y futuro
disfrutan la fiesta.

Es la noche
de insomnio sin fatiga,
de novios encendidos
por la guitarra y la lírica.

Pies andantes sin cesar
atraviesan el corazón de su ciudad,
se mezclan sabores;
se crean amores…

Noche eterna…
eterna noche
de suspiros
y sonrisas.

¡Cómo baila el anciano!
¡Brinca y grita el mozuelo!
Y se admira el pequeño
con el globo en el cielo.

Movimientos de cuerpo,
apertura de mentes,
la cultura y el arte
te secuestran el alma.

¿Cómo te ves Mérida
desde el cielo
en esta noche
de pasiones blancas?

Te observa Homero, te embruja Shakespeare,
Cervantes en gigante a tu catedral convierte.
Octavio te revive, Fuentes se sorprende;
te extraña Guty y Ermilo se vuelve sobre tu gente.

Palpitas en tu centro,
tus arterias se iluminan,
es una noche de estrellas
de trovadores y rockeros.

Ángeles en San Juan;
Orfeo en el inframundo;
transilvanos y danzantes
evocan el ditirambo.

Noche de noches,
noche de gente,
de lenguas diferentes
de Mérida ardiente.

Pasa el tiempo
y no se acaba
toca el sax
se desvela el alma…

¡Despierta!
no fue un sueño,
viviste #LaNocheBlanca.

domingo, 10 de noviembre de 2013





ELEGÍA NOCTURNA

Noche tormentosa
Tormentosa noche
Donde el niño calla
Donde el sol se esconde

Oye luna ¿por qué te fuiste?
Si tu luz brillaba de noche
Es la noche tormentosa
Tierra infértil
Que a tu pequeña semilla
No responde

Ay, ay
¡Qué dolor con la sequedad!
¡Qué dolor no ver flores en el jardín!
Se fue la luz y la lluvia
Se fue el color y la vida

Noche tormentosa
Tormentosa noche
Dos oscuras sombras
Que al hablar se desconocen

Caminos separados
En la penumbra
Restos humanos
De labrar y labrar
Sin horario

Pero el segador
No hace bien su trabajo
Pero el segador
Dirige su coa
Al espacio

Infinitas estrellas
Intocables, irreales
El niño se pierde
Se esfuma
No se convoca

La noche tormentosa
Es de día y de noche
Es de noche y de día
Que la verdad se esconde

Y suena el suspiro
Y calla, calla el dolor
Y salen las lágrimas
Y nada, nada despertó

Noche tormentosa,
Tormentosa noche
¿Dónde está la luz?
¿Cuándo regresa el sol?
Parece que nunca estuvo
Sólo fue una ilusión.

Por alexagoladih. Derechos reservados. 16 de mayo de 2013.

martes, 26 de marzo de 2013

AMOR hasta el final de los días…


AMOR hasta el final de los días…
¡Qué bonita te ves esta noche! Le dice George a su esposa que no tiene curvas y mucho menos piel lisa aunque sí cabello blanco. Ambos son ya ancianos.

Cuando para muchos pareciera una etapa muy pero muy lejana y desconocida, Michael Haneke nos recuerda, en su más reciente filme, “Amour” (2012), la existencia de esa última fase de la vida que es la vejez.

En el ocaso de la vida, ya no sólo por enfermedad alguna, la mente se trastorna y las extremidades se mueven con dificultad por el desgaste natural de los años. Así el director austriaco nos presenta escenas de tal lentitud como insistiéndonos en la misma lentitud en que se torna la vida durante la senectud.
El tiempo, el tiempo no es igual siendo jóvenes. El tiempo, el tiempo es eterno al latir tu corazón con mayor dificultad, cuando por la inactividad involuntaria, tu cuerpo poco capaz, te obliga a mirar con más fuerza las manecillas del reloj y esperar que su tic tac anuncie la llegada de la noche o del día.

Largos, muy laaargos días transcurren cuando tienes que apoyarte en un bastón y mirar el final de un pasillo que alguna vez recorriste para alcanzar con velocidad a tu pequeño hijo en sus primeros años.
Y la vida empieza y casi termina por igual. Al inicio tus ojos se abren y tu boca también, los primeros para descubrir y conocer el mundo; los segundos, para pronunciarlo, expresarlo y probarlo, sentir. Das tus primeros pasos y luego hasta aprendes a bailar con ellos.

En la noche de la vida es similar, sin embargo los procesos van en retroceso. Buscas ver para reconocer tu alrededor, buscas pronunciar palabras de nuevo, para recordar su significado algunas veces con éxito, otras, simplemente desaparecen como hojas al viento; buscas volver a caminar pero ahora dependerás de un inseparable báculo para hacerlo.

Cuando el sol está por despedirse, lo más triste es que mañana no volverá a amanecer igual. Sólo tu espíritu, sólo tu alma podrá hacerlo porque en el exterior, la disminución de la claridad será imparable hasta encontrarnos de frente con la noche más oscura.

Con estas y varias reflexiones más nos deja Michael Haneke al tocar el tema del ocaso de la vida a través de la historia de una una pareja de ancianos que sobrevella el peso de los años, ella con una enfermadad progresiva, él con el irremediable correr del tiempo en su cuerpo.  Anne, la esposa, sufre una parálisis que poco a poco invade más partes de su cuerpo y se resiste a luchar pero sobre todo, a dejarse ver por los demás, no soporta ser una carga para George, su esposo. Sin embargo, él muy paciente y amoroso la cuida aunque sufre junto a ella su dolor de verla consumirse y casi desaparecer.
Anne sufre dos infartos al corazón. El primero la semiparaliza, el segundo la deja casi totalmente inmóvil, sin siquiera poder hablar, sólo balbucear.

George para atenderla en su fase más crítica se apoya en el servicio de enfermeras, su hija vive lejos y no representa ningún apoyo para ambos. Cada vez que los visita cuestiona las decisiones de su padre y llora sin parar al ver a su madre consumida. A veces los hijos se olvidan muy fácil de quienes les dan la vida, pareciera el caso de su hija única Eva, llamada como el personaje bíblico que desobedece a su creador. Sin embargo, es muy difícil juzgar a este personaje pues no se ahonda más en ella, sólo se muestran sus visitas esporádicas y al parecer un superficial afecto.

En la película la vejez no sólo se reafirma con el lento paso del tiempo e imágenes, sino con otros sucesos como cuando la anciana pareja recibe la invitación a funerales de sus amigos. Seguramente antes fueron invitaciones a bautizos y, ahora, sólo son velorios.

La vida cambia, el tiempo transforma, los momentos bien vividos nunca se olvidan y te ayudan a caminar mejor hacia el final. Así George y Anne miran y disfrutan su albúm de fotos. Así él y ella pasan las horas juntos leyendo y platicando, nunca, aunque se vivieran cien años junto a alguien, nunca terminas de conocerle.

Cuando el estado de salud de Anne empeora, George la atiende mientras ella se queja. Toma su mano tiernamente y mientras Anne gime, balbuceando un “me duele”, él le cuenta una historia de su infancia. Poco a poco, Anne deja de quejarse y atiende al relato de su esposo. Le platica cómo sufrió durante un campamento de verano una infección estomacal y que sólo quería ver a su madre.
¡Ma…má! ¡Ma-má! Es la palabra constante de Anne en su crítico estado.

Tal vez por eso, al término de este relato, él completamente decidido, toma una almohada y le roba la vida a su esposa. Ella muere. Él la “mata”.

Una paloma entra a la ventana días posteriores y George le cuenta a Anne en una carta que la liberó. ¿A la paloma, a él o a su esposa? ¿Hasta dónde podrá juzgarse un acto como éste cometido por amor? ¿Es eutanasia? ¿Hasta dónde se puede aguantar ver el sufrimiento de quien más amas?

George no pudo soportar más sufrimiento de Anne pero tampoco lo que había hecho ¿o el estar lejos de ella lo lleva a tomar su última decisión para reencontrarse con Anne? George se quita la vida.
No había mucho más qué vivir para dos personas mayores a los 90 años ¿será? ¿es tiempo extra vivir después de los 80 años?

Y el título de la película al final de esta historia resuena: Amor. Esa simple y difícil palabra, concepto, sentimiento…A-M-O-R es el que persiste a pesar de llevar puesto tu traje más arrugado. George no pudo estar lejos de ella y la fue a buscar al más allá.

Derechos reservados, marzo 2013. Alejandra Hidalgo Aguilar

Director: Michael Haneke
Writer: Michael Haneke (screenplay)
Stars: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert | See full cast and crew. Premio Óscar 2012 a la mejor película y nominación a la mejor actriz.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Quiero...

Quiero ponerme mis botas

Tomar mi mochila

Y escalar nuevas montañas...


Respirar aire fresco

Dormir en el bosque

Mirar mil estrellas.


Quiero ponerme mis botas

Y embarrarlas de musgo húmedo

Tocar plantas y madera...


Quiero beber agua del río

Escuchar el silencio de la naturaleza

El silbido del aire, las cigarras.


Tomar café de fogata

Sentarme sobre la hierba

Tocar mi guitarra.


Quiero ponerme mis botas

Y lanzarme a la vida

Sentirme más viva.


Olvidar ciudades

Placeres fatuos

Riquezas materiales


Quiero ponerme mis botas

Y recorrer el bosque de mis sueños

Convertirme en viento...


Soplar sobre las montañas

Empujar el vuelo de aves

Ser etérea.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Trago dulce, amargo.

Sobre el desierto de un día interminable un fantasma camina desnudo, etéreo. Deja huellas sobre la arena, pisadas borradas una y otra vez por un viento que lo persigue a cada movimiento. El fantasma llora mojando la tierra y cada gota, no de agua sino de extraña sustancia líquida propia de su incorpóreo ser, da de beber a insectos que al tragar el líquido se ponen a lagrimar, creando ríos en las profundidades de la madre tierra. Gusanos, arañas y serpientes lagriman apagando la sed de plantas cansadas de sobrevivir con pequeñas porciones de agua acumuladas para emergencias. El fantasma sin darse cuenta de la vida que dejaba atrás de sí con cada gota de su llanto, continuaba su rumbo indefinido. Desapareció el desierto a sus espaldas y el viento lo llevó lejos, lejos a una ciudad caliente.

Todo era smog, ruido y amontonamiento. Su diáfano ser tomaba forma de un escape de humo que salía de una caja rodante con cientos de caritas a sus costados. Nadie lo veía, él sí se miraba en forma de nubes grises. Pero el viento no le permitía vida propia, lo jalaba a su manera y lo metió a una coladera urbana. Viajó el triste fantasma por ella hasta aparecer frente a un espejo, donde sólo miraba rostros humanos femeninos pintarse los labios, lavarse las manos y siguió a una de ellas hasta perderla. El viento descansó entre los árboles y el fantasma aprovechó crear su propio camino. Llegó a un lugar silencioso, lleno de enmascarados vientos fríos, superficiales, sin vida. En ese espacio vacío de sonido aprovechó flotar sobre manos humanas que se movían, sobre bocas que en bajito hablaban. Se posó el fantasma en el alma de una planta que adornaba a eso que se llama oficina pero la quietud acabó con una carcajada. Explosión de teclados de computadoras escribiendo, la radio en volumen fuerte, pasos subiendo y bajando escaleras. Ring, rings por todas partes. Cantos de cumpleaños y bocas mordiendo y tragando; un vaso llenándose de líquido. El silencio estaba muerto, el fantasma intranquilo, empezaba a llorar de nuevo, estaba asustado porque con tanto ruido no podría platicar con ningún humano. El líquido de sus invisibles ojos cayó sobre la planta donde flotaba. El tallo de cada hoja comenzó a crecer y a crecer. La gente de aquel espacio que por un momento fuera tranquilo gritaba primero sorprendido y luego de horror ante el espectáculo de ramas que se agigantaban. La planta triplicó su tamaño y destruyó paredes, atravesó cuerpos humanos. Abrió el techo de aquella oficina humana y dejó caer sobre el pavimento urbano tremendos tallos que al sol se convertían en troncos. Las cajas rodantes que despedían humo por detrás se volcaron unas sobre otras. Llantas rodaron, las caritas felices o indiferentes que adornaban esas cajas se transformaron en rostros de auxilio, de desesperación, de muerte. Nadie podía detener el crecimiento de ese ser vivo, antes indefenso. El fantasma seguía llorando por lo que la planta no cesaba en su agrandamiento. Sirenas rojas sonaron por doquier pero todo iba quedando verde, poblado de plantas, ramas y tallos que a pequeña luz del sol seguían convirtiéndose en duros troncos. Mientras tanto, el fantasma seguía derramando gotas de sus invisibles ojos y lloró y lloró por 100 años. El tiempo pasó sin avisarle de cada aniversario, hasta que cansado de lagrimar vió a su alrededor que todo era silencio. Sólo habían troncos viejos, otros secos, otros convertidos en polvo, polillas sin vida. El fantasma pensó que el viento se lo había llevado otra vez sin darse cuenta a un nuevo espacio. Pero esta vez no había sido así, seguía en el mismo lugar desde hacía cien años. Nunca se dio cuenta. Al encontrarse sólo de nuevo volvió a llorar y empezó a flotar. El viento se dio cuenta de su movimiento y lo empujó lejos, lejos, muy lejos lo aventó con fuerza y con violencia. En un grito sordo de miedo y de tremenda tristeza, el fantasma se tragó su llanto. Entonces su ser comenzó a tomar solidez, sus manos copiaron a las de un ser humano. Seguía flotando en el cielo al que lo había aventado el viento. Pero al ritmo de que se convertía en un ser con forma y masa empezaba a pesar y dejaba de flotar. Él no se daba cuenta de que caía al centro de la tierra por este nuevo peso, sólo pintaba en su ahora rostro unos labios que sonreían, sorprendidos de su transformación olvidando las ventajas de haber sido completamente etéreo e intocable. Ahora se convertía en todo lo contrario y viajaba rápido al centro de la tierra, al suelo. Su caída se hacía cada vez más fuerte y cuando todo su cuerpo había imitado por completo al de un ser humano, la masa de su ser se aporreó en tremendas rocas de montaña. Estalló como globo lleno de agua y las piezas de su ser se esparcieron por todos lados. Desapareció.

Alexa Goladih

Derechos reservados

Escrito en agosto de 2003

Publicado por primera vez: 19 nov 2011