La otra escuchó el motor,
escuchó los gritos,
escuchó el azotar de puertas
escuchó los vómitos de almas.
La otra escuchó pero no abrió
su puerta al exterior.
Se encerró en su cuarto
y para desaparecer todos
esos ruidos,
puso su música en lo más fuerte.
Entonces el piano, el violín
y la flauta tristes,
inundaron su alrededor.
Levantaron su alma que aún lastimada,
estaba decidida a volar lejos.
La música llenaba de paz su cuarto,
su mente,
su espíritu.
Le trajo recuerdos de vida,
de amor y felicidad.
Entonces, bajo el efecto musical
y de los recuerdos,
preparó su despedida.
Lloró fuerte y profundo
porque estaba decidida
a no volver a vivir más
esos recuerdos.
La música tocaba
dentro de su corazón.
Le traía a su mente hermosas
imágenes pero ella,
ya estaba decidida.
Tomó la soga...
la música siguió
como los gritos en el exterior
pero sus oídos ya no escucharon
sus ojos ya no lloraron
las cadenas de sus manos se liberaron...
Su alma voló y nunca más volvió.
Escrito el 16 de marzo de 2002.
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